Abortar produce traumas
Cuando la interrupción del embarazo es voluntaria, ningún estudio ha logrado demostrar que produzca traumas. La vivencia del proceso depende de muchas circunstancias, pero no existe un “síndrome post-aborto”. El término ha sido difundido por Vicent Rue, un activista anti-elección. No aparece recogido en el DSM V, el Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales que usan psicólogos/as y psiquiatras. Pese a que grupos ultraconservadores “provida” llevan tiempo intentándolo, reiteradamente se ha rechazado porque no cumple los requisitos ni en cuanto a número de casos ni en cuanto a síntomas. Por supuesto que para algunas mujeres no es un proceso agradable, en gran parte por la presión de su entorno, por el propio estigma del aborto, porque en su país el proceso es duro o por otras circunstancias más externas y sociales. Sin embargo, otras verbalizan sentir satisfacción por interrumpir una gestación que no deseaban. Y lo que sí que demuestran varios estudios que resulta traumático es ser obligadas a continuar con una maternidad porque no se respete su derecho a decidir.
Abortar produce enfermedades como el cáncer o la infertilidad.
Ha proliferado últimamente el mito de que el aborto guarda relación con tumores ginecológicos. El aborto no causa cáncer de ningún tipo. Menos aún, con los métodos seguros que se practican con equipos y personal de salud especializados (ya sea en clínicas de aborto u hospitales autorizados). Esto lo corroboran estudios de entidades expertas en salud oncológica como la Organización Mundial de la Salud, el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos y el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos. Del mismo modo, abortar tampoco causa infertilidad. No existe ningún informe que determine esta relación.
Penalizar el aborto reduce su número
Las mujeres que quieren abortar van a hacerlo igualmente. La diferencia es que lo hagan de forma legal y segura. Los países que regulan el aborto, además, suelen incluir en sus legislaciones medidas de educación sexual y acceso a métodos anticonceptivos, con lo cual también disminuye el número de embarazos no deseados. El Instituto Guttmacher ha publicado varios estudios en los que recoge casos como los de Estados Unidos, que, desde que despenalizó el aborto en 1973, ha visto reducido el número de interrupciones voluntarias del embarazo. Sin embargo, lo realmente importante no es tanto que haya más o menos abortos, sino que estos no sean clandestinos, ya que ponen en riesgo la vida de las mujeres. La ONG IPAS apunta que en países donde el aborto está restringido hay 30 veces más muertes maternas.
Hay un perfil muy determinado de mujeres que abortan.
Falso. Abortan mujeres de todo tipo. Lo que sí es cierto es que los estudios e informes pueden determinar es qué mujeres lo hacen más en determinadas fases (las mujeres jóvenes, por ejemplo, al dudar más si decirlo a su familia o desconocer más su cuerpo pueden alargar más las decisión), o en determinados centros (está claro que cuando la sanidad pública no presta el servicio hay determinadas clases sociales pueden permitirse acudir más a clínicas de aborto) y que también hay estudios sobre la influencia del perfil socioeconómico y cultural en el rol de género y de la maternidad, pareciendo que baja la natalidad en mujeres trabajadoras de nivel socioeconómico y cultural alto. Por otro lado, el índice de abortos en América Latina es 2 veces superior en mujeres mayores de 35 años que el de las mujeres entre 20 y 24 años de edad.
Todas las religiones se oponen al aborto
La jerarquía de muchas instituciones eclesiásticas se opone al aborto, más en determinadas circunstancias, pero las creencias espirituales son muy diversas y cada vez son más las personas desde las bases de las diferentes religiones que defienden el derecho a la interrupción del embarazo. Un ejemplo es la histórica entidad por la defensa de los derechos sexuales y reproductivos Católicas por el Derecho a Decidir.