La violencia obstétrica la constituyen todo tipo de malos tratos contra el cuerpo femenino (habitualmente mujeres, también trans) durante los procesos de la reproducción humana. En la mayoría de los casos, se trata de la realización de prácticas sin respetar la decisión de la mujer durante el parto, pero también pueden ser abusos durante el embarazo, puerperio y/o lactancia. Se trata del control de la capacidad reproductiva de las mujeres, alienándolas de sus cuerpos y toma de decisiones.
Los ejemplos más habituales de violencia obstétrica son las humillaciones verbales, el incumplimiento de protocolos, cesáreas innecesarias, no respetar sus deseos, imponerles otros criterios negando su conocimiento y sentimientos con respecto al proceso. También se conoce como violencia obstetricia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en septiembre de 2014 que la violencia obstétrica suponía un problema de salud pública en todo el mundo, ya que ponía en grave riesgo el bienestar bio-psico-social de madres y bebés.
Es un tipo de violencia de género, puesto que va en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Como consecuencia de esta forma de maltrato, las mujeres no solo pierden autonomía sino que pueden tener graves consecuencias tanto en su salud física y psicológica como en su salud sexual y reproductiva.
Este trato paternalista y despectivo de abuso de poder sobre el cuerpo femenino se puede manifestar de diferentes maneras:
Prácticas médicas innecesarias. Las cesáreas sin intervenciones quirúrgicas más complejas que el parto vaginal. La OMS apunta que en ningún país deberían producirse más de un 10% de cesáreas en condiciones normales. Por otro lado, las episiotomías (incisión vaginal) están justificadas si no hay suficiente dilatación pero, del mismo modo que las cesáreas, en muchas ocasiones se realizan de forma rutinaria por comodidad del personal médico no por conveniencia o petición de las mujeres. Otras prácticas para inducir el parto como métodos artificiales para la ruptura artificial de membranas deben estar justificadas médicamente. Del mismo modo, están desaconsejadas maniobras como empujar el vientre o -solo en casos extremos- el uso de fórceps.
No atención de emergencias médicas. La negativa a atender urgencias de tipo obstétrico, aunque finalmente involucren interrupción del embarazo o aborto espontáneo, ponen en riesgo la salud de la mujer y un tipo de violencia física.
Abuso de medicación o negativa a usarla. Se trata del empleo de fármacos como la epidural, la anestesia o la oxitocina cuando no son solicitados por la mujer o, por el contrario, negarse a emplearlos. El abuso de los mismos puede complicar la expulsión y conllevar mayor número de cesáreas y fórceps. La oxitocina es considerada también como una intervención mayor y puede provocar contracciones más dolorosas, aunque, si así lo decide la mujer, la ventaja es que acelera el parto. En todos los casos, para un parto respetado, las mujeres deben informarse y su opinión debe ser respetada salvo urgencia médica.
Incumplimiento de protocolos. Las mujeres tienen derecho a decidir por quienes quieren estar acompañadas, la postura y movimientos que desean adoptar, qué vestimenta y preparación desean realizar y otras prácticas culturales relacionadas. Así mismo, los enemas y el rasurado están desaconsejados por la OMS.
Malos tratos psicológicos. Cualquier abuso emocional, burlas, humillaciones, abuso de poder, ignorar los deseos de la embarazada, imponer criterios no médicos.
La separación del neonato. Salvo casos justificados de emergencia médica, debe respetarse el contacto de la criatura con la madre (“piel con piel”) ya que tiene beneficios para ambos/as